En un momento de la vida se produce un despertar, surge con una interrogante, para ello debemos tomarnos un tiempo para la introspección, la observación de tu existir, el pensarte y re pensarte (quizás con un otro que sea psicólog@, por qué no) que te ayude en esa tarea de elaboración y te permita cuestionarte. Partiré con un relato de un paciente que hace un tiempo consultó y te puede aportar algo, dado que se repite mucho en terapia individual...“…Sentía mucha frustración, porque las cosas no se daban, porque parecía que nada pasaba, nada cambiaba para mi…tanto a nivel familiar, como económico e intelectual, seguía cómo por costumbre o por inercia”.
A esta etapa la podríamos llamar de “estancamiento” o "adormecimiento”. Es un período donde uno no avanza, está cómo obturado, cómo paralizado de alguna forma, podría decirse hasta adormecido. Es un período de la vida donde se continúa viviendo, o más bien, sobre-viviendo. Esos momentos dónde se vive por inercia en modo piloto automático. Creo que todos podemos llegar a experimentar momentos o períodos de la vida que son así. Las preguntas que nos haremos serán: ¿Cómo se sale?, ¿Cuándo se pasa? o ¿Cómo se resuelve?
Lo primero sería siendo conscientes, poder mirarnos y querer un cambio. Para ello podríamos pasar a la acción.
Debemos entender que mientras no hagamos nada nuevo o diferente, nada va a suceder. Al menos nada mejor, novedoso o distinto. En realidad si lo trasladamos a las leyes de la física, la tendencia será que todo va a empeorar, todo tiende al deterioro.
Ya sabemos lo que sucede con una casa abandonada: el propio factor tiempo-clima va a ir haciendo sus estragos. Pronto habrá polvo por todas partes y mucho deterioro. No hablo aquí de la quietud que trae calma y bienestar (esa es otra historia) sino del abandono de tu casa más profunda: tu ser.
Si te vieras en una situación así y quieres re-pensarte y quieres cambiar. Para ello habría que poner manos a la obra. Nada sucede por azar, no basta con sentarnos a esperar a que las cosas pasen o simplemente sucedan, como por arte de magia. Tampoco creo que sea cuestión de suerte. Podríamos citar la frase: “se hace camino al andar” del poeta, Antonio Machado.
Para ello es necesario tener intencionalidad de nuestra parte. Un accionar, un movernos, un salir de nuestra comodidad, un movimiento quizás fuera de tu zona de confort.
Un movimiento que a mi modo de ver comienza por mirarte a ti mism@ y valorarte.
Por aceptar lo que no puede cambiar.
Con la libertad de permitirse reinventarse si es preciso. Cuando somos niños, no nos esforzamos por crecer, eso se da naturalmente. Se da con sano y adecuado alimento, ejercicio y horas de sueño. Nuestro cuerpo crece y se transforma, es lo esperable. Ese sería el tipo de crecimiento hacia afuera, el crecimiento físico visible.
Podríamos pensar que a medida que el cuerpo físico crece, por ejemplo: una persona tiene 30 años de vida y debería tener también la madurez de alguien de 30.
Debería pero en términos de madurez emocional a veces vemos que esto no sucede en paralelo. En consultas he comprobado que falta muchas veces ese desarrollo interior, que no tiene por qué venir con el paso de los años. Muchas veces seguimos viviendo, seguimos cometiendo errores, sin realmente aprender de los mismos. Volvemos una y otra vez a golpear con la misma piedra, a cometer las mismas equivocaciones. Desde hábitos perjudiciales hasta relaciones tóxicas.
Algunos de ustedes conocerán la historia de los ratones que habían caído en una cubeta de leche y la historia relata que uno se ahogó pero el otro luchó y tanto se movió y removió que convirtió la leche en mantequilla logrando así, salir de la trampa. Aunque parece simple, no lo es. Hay que revolver, y muchas veces vamos a precisar de un agente externo que nos ayude a hacerlo. Movernos en esa mezcla hasta convertirla en algo sólido donde pisar y poder pararnos para salir. Algunas veces estaremos cómo el ratón y si no buscamos esa ayuda externa podremos llegar a hundirnos o seguir flotando, pero sin ser capaces de ver más allá. Sin ver la salida. A veces necesitamos qué alguien nos recuerde que existe una y con coraje seamos capaces de continuar moviéndonos (allí está la intencionalidad).
Si tu fueras espectador de esa escena, ¿qué le dirías al ratón sobreviviente?
-Hay salvavidas, ¡no te ahogues!
-Rema, aletea, da voces, grita, pide ayuda, muévete, muévete, muévete, si es necesario flota (por un tiempo todos lo hemos hecho). Pero cuando veas que viene la ayuda, déjate ayudar, cómo cuando caes y te lastimas y reconoces que precisas de ayuda. No des lugar aquí al orgullo, al yo puedo solo.
Siguiendo con el relato del paciente, fue pasando el tiempo y en la terapiaa también me decía que se sentía sólo. Había llegado a un momento de su vida en que sentía que tenía que florecer, dar frutos, a su modo de entender aquí el crecimiento y su contexto. Sentía que le faltaba formar su propia familia y la gran responsabilidad que eso le significaba. Sentía que había crecido. Ya en lo laboral, estaba bien, y en lo económico, mucho mejor. Había invertido ya gran parte de su tiempo en ese plan y lo cual fue muy productivo. Consideré que tenía mucho para ofrecer, pero algo lo frenaba aún.
Esta persona tenía una relación muy frustrada del pasado, un fantasma. En los hechos, esa persona ya no le acompañaba en su actual recorrido y de alguna forma le obturaba su progreso, le anclaba. Se veía en lo emocional y en lo familiar en ese estancamiento que mencionamos al principio. Nos volvimos a interrogar juntos en terapia sobre lo que lo frenaba, buscando para ver si habían heridas, cuestiones aún no resueltas.
Resolvimos en un instante que era tiempo de avanzar. ¿Cómo? Había que perdonar y sobretodo, perdonarse. Estos movimientos siempre traen alivio! Pero a veces llevan tiempo, tiempo para procesar, tiempo para sanar.
Muchas veces en la vida precisamos de una ayuda externa, que nos va a reflejar cómo en un espejo, lo que no vemos. Lejos de ser una locura, la locura para mí sería no dejarse ayudar. Si siempre piensas que solo/a lo vas a resolver todo, muchas veces no será posible.
Hay muchas personas dispuestas a ayudarte, ese es el punto de este artículo. Abrirse a la ayuda es la verdadera valentía.
Para avanzar hay que tener ante todo: la intención. Si te entregas al deseo de crecer, de madurar, de expandir tus horizontes. Personalmente, como psicóloga me gusta decir que estoy aquí para apoyarte y acompañarte en lo que te esté sucediendo. Para quien le haga falta, se lo recuerdo. Pedir ayuda puede llevar tiempo, sanar también, pero no se trata de ir rápido o lento. Lo importante es darse el espacio de escucha, comprensión y descubrimiento. Te recuerdo: locura es no dejarse ayudar.